domingo, 26 de diciembre de 2010

Diálogo de un disléxico que ya no es disléxico

(por Camilo Amórtegui y Ángel Rivera)
Dedicado al público de "Ridículos y Abstractos"





AURELIO: ¡Coño! Sí. Digo “coño” aunque aborrezcas esa palabra. ¡Mierda entonces! ¿Has muerto? ¿Por qué apareces ante mi vista? Sólo estando vivo, Humberto, sólo estando vivo es posible alucinar.

CLODOMIRO: Aborrezco esa palabra, pues eres consciente de que estoy vivo —y estando vivo la aborrezco—. Sabes que controlo tu vida porque soy el ángel de la muerte. Tu alma es mía desde que decidiste alucinar con la muerte, cuando decidiste dejar a un lado el camino de la realidad.

AURELIO: ¿El camino de la realidad? Me enredo en el laberinto. ¿Estoy vivo, muerto o loco? ¿Muerto y demente es lo mismo? Me quitaste a Luisa. Soy feliz con las rosas. Sí. Las rosas o Ana María. ¿La quieres a ella? ¡Vete al infierno! Aunque creo que ya estás en él.

CLODOMIRO: El infierno, la locura y la muerte, en tu caso, son lo mismo. El laberinto en el que estás es producto de las rosas, es por Ana María. Yo quise estar con Luisa, pero a pesar de mi poder me la robaste. Ahora te quito a Ana María. Por cabrón. Por haberle desviado la mirada de la mía. Ahora es hora de enredarte, enloquecerte y matarte. Tu alma es mía, ya lo he dicho. Sólo vivirás con el karma de estar muerto en vida y con la mierda que te haré padecer. Debes verte como bien servido: alucinar una vida con Luisa y las rosas es cosa de idiotas.

AURELIO: ¡Soy imbécil y lo sabes! Pero entiendo lo que dices. Quédate con Ana María. Las rosas huelen mal después de algunos días. Luisa será mía entonces. Aunque esté loco o muerto. Ahora terminemos este diálogo, pues volveré a ser feliz si me dejas con Luisa.

CLODOMIRO: Te quedarás en el infierno… en tu casa. Yo mientras tanto viviré en la realidad… con Luisa y sin dislexia.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El Amor de Ella

(Dedicado a Tefa Zárate)


(Pensamientos de un suicida)

No sé si fue cuando la vi besándose con ese imbécil. Pero fue entonces el momento en que fui consciente de lo enamorado que estaba. Los celos, dicen, son un síntoma claro de enamoramiento. Yo pienso que son demasiado ambiguos. ¿Por qué no pensar en que los celos fueron producto de mi preocupación por ella, mi mejor amiga? En todo caso, sean o no los celos un síntoma de mi enamoramiento por ella, mi mejor amiga, ellos no fueron la causa de mi estupefacción. ¿Qué fue entonces? La maldita confianza construida va en contra de la contemplación de lo bello. ¿Y qué es el amor si no eso? Como decía Platón, la búsqueda de la belleza (tal y como la consideremos, no importa). Pero al conocerla completamente supe todos sus errores, sus defectos. ¿Cómo podía encontrar belleza en ella, mi mejor amiga?

Quizás era su risa. Pero no. Tiene risa de retrasada. ¿Qué es? ¡Mierda! Hago introspección y siento que la amo más. Analizo, me refuto y la emoción crece. Cierro mis ojos. Me tiro al vacío en un puente. Y siento en el estómago el corazón de ella (y de paso siento sus senos en mis manos). ¿Y si le digo que vayamos a un motel? ¡No! Por Dios, es ella. No puedo sentir ganas de tener sexo por ella. ¿Qué es entonces? Es algo más profundo, más metafísico. Eso me asusta. Tengo el revólver en mis manos. Lo dejo, me sudan las putas manos. ¡Las manos! Como cuando ella toma las mías para cruzar la calle, cuidándome.

Diez vasos de agua. ¡Perfecto! En unos minutos iré a mear como un perro. Sólo por pensar en ella. Por intentar sacarla de mi cabeza en mis orines. Por intentar desdibujar su rostro en los riñones. Anoche cuando estábamos sé que le dio rabia. Cuando besé a la otra. Sí, sé que le dio rabia, como me dio a mí cuando la vi besándose con el imbécil. Pero eso fue peor. Ahora sé que es recíproco. Ahora sé que es amor. Pero las condiciones de satisfacción son completamente nulas, vacías. Mi corazón grita, mi corazón susurra. Los detalles se vuelven ahora realmente importantes. Calma… calma…

¿Busco un beso? ¿Aunque sea uno? O el revólver. O el beso y el revólver. No seas paranoico me dice una voz en la cabeza, susurrándome, mientras mi corazón me grita pidiéndome que me masturbe. El revólver hacia ella. ¡Eso es! Llegará en unos minutos. ¿Y después qué? ¡Ni mierda! Nada pasará… seguirá igual todo. Entonces tendré que dirigir el revólver hacia mi propia cabeza, mi cabeza que susurra, creyéndose inteligente cuando no es más que una puta pobre. ¡No! En mi pecho. Eso es, dirijo el revólver hacia el pecho para evitar que mi corazón grite, mi corazón que es noble aunque se haya entregado a mil mujeres. No lo sé. Pero el revólver debo dirigirlo hacia mí, no hacia ella, mi mejor amiga. Ahora mismo. ¡Cállate cabeza de mierda! Siempre he seguido tus consejos y mira donde estoy. Te destrozaré y dejaré que mi corazón grite y me pida que masturbe mis neuronas. Lo hago porque justo ella, mi mejor amiga, me dio el consejo más sabio de la vida. No sigas los dictámenes de tu razón, porque ella le tiene envidia a lo que sientes. Por eso la amo, ésa es la causa. Por eso es mi mejor amiga, ella. Por eso ella, sí, mi madre, siempre fue mi mejor amiga.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lo que (no) quiero




Si se habla de tortura o de dolor, no deben buscar lejos un experto. ¡Heme aquí! No hablo, por supuesto, de ser un verdugo, un sádico o un masoquista. Lo que digo es que he soportado lo peor. No es fácil confesar que me hicieron la circuncisión siendo ya adulto, sin anestesia y con un cuchillo carente de filo, por lo que el asunto demoró. He sobrevivido a cinco atentados. Conozco todos los estados conscientes relacionados con el sufrimiento. Mi mujer me abandonó, corrió a los brazos de mi propia hermana y cuando pequeño me violaron.

Nada me asusta, excepto aquello. ¿Buscan en mí la inmunidad? Se equivocan. Soporto cuanto quieran, pero nunca eso. Prueben clavarme puntillas en la espalda o quitarme las uñas con un destornillador. Pero no eso, ¡jamás! Intenten lastimar mis emociones de modos diferentes, como se les venga en gana. Pero a aquello le tengo pavor. ¡Que se detenga el mundo! ¡Que se asfixien las almas de ricos y desventurados! ¡Que el vómito del mundo regrese a sus entrañas! Nada me asusta, excepto aquello.

Por eso, aunque el universo se cague en mi cerebro, les juro que no permitiré que me vuelvan a matar. ¡No! O al menos no como aquel día. O al menos no que lo haga él. Sí, que lo haga entones cualquiera si ustedes lo desean, menos él. Mátenme de nuevo. ¡Ahora! Pero no quiero que mi padre vuelva a asesinarme a cuchilladas. Prefiero que me hagan de nuevo la circuncisión.

jueves, 19 de agosto de 2010

La mujer y su árbol



- Tome 200 dólares – me dijo el señor Taylor cuando íbamos a salir.
- No podría aceptarlos – respondí casi sonrojándome.
- Tómelos y dele algo de felicidad a mi hija – concluyó el señor Taylor.

Salimos y fue en ese instante cuando por fin pude pensar en lo absurdo de la situación. Apenas había conocido a la señorita Taylor una noche atrás, cuando sentado en la barra del bar, me causó curiosidad el verla sola, con su rostro de facciones finas y sus senos que encarnaban la inocencia y el erotismo al mismo tiempo. Nuestras miradas se cruzaron más de una vez y yo pedí varias cervezas tan sólo para contemplarla un poco más. No me atreví, sin embargo, a dirigirle la palabra. Fue hasta la media noche cuando me desperté de la embriaguez en la que la señorita Taylor me sumergía, cuando tomé mi abrigo, pagué la cuenta y decidí ir a dormir a mi casa. Nunca pensé que al pasar a su lado me tomara del brazo y me dijera que me esperaría la noche siguiente a las ocho en su casa. Me dio un papel con su dirección y desvió inmediatamente su mirada como enfocando el infinito. Como si yo dejara de existir.

Fue al otro día, cuando caminaba de nuevo hacia ese bar, luego de recibir los 200 dólares que me ofreció el señor Taylor, cuando pensé en lo arriesgado que fui al ir en efecto a su casa, pues siempre la timidez me había embargado. Pero su rostro y sus senos fueron el imán que me atrajeron. Al tocar la puerta su padre me saludó amablemente y me dijo que siguiera, que ya en un momento la señorita Taylor estaría conmigo. Y dos minutos después sucedió lo que me dejó pasmado: la señorita Taylor entró a la sala, en su silla de ruedas, sin piernas.

- No quiero ir al bar, sentémonos en ese parque – me dijo la señorita Taylor mientras yo la llevaba en su silla de ruedas. – Hagámonos debajo de ese árbol – dijo a continuación. Ahora pensaba en lo absurdo que era esa situación. Ya no miraba su rostro de facciones finas, ni sus senos que encarnaban ideas contradictorias. Ahora miraba la ausencia de sus piernas, y no lo podía evitar.

Nada hablamos. Cuando terminó por fin su quinto cigarrillo me miró fijamente y me dijo:

- Hagamos el amor.

No comprendo aún el porqué no me sorprendí ante esa petición. Tampoco el porqué accedí sin problema a sus requerimientos. Le di rienda suelta a sus deseos mientras ella se agarraba fuertemente del árbol. Me sentía muy excitado. Y no era por su rostro ni tampoco por sus senos. Era por la ausencia de sus piernas. Una hora después me volvió a hablar: - Ayúdame a vestirme.

Por fin llegamos a su casa. Se me dificultaba mirar al señor Taylor cuando abrió la puerta. La señorita Taylor entró en su casa sin despedirse, con toda la indiferencia posible. Como enfocando el infinito. Como si yo dejara de existir. El señor Taylor esperó a que su hija estuviera lo suficientemente lejos. Luego vino entonces lo verdaderamente absurdo:

- Gracias joven. Tome 200 dólares.
- ¿Cómo piensa que los puedo recibir? Ya me ha dado usted esa misma cantidad. No puedo aceptarlos señor Taylor.
- Usted trajo a mi hija hasta la casa. Siempre que sale con alguien debemos ir a buscarla en el árbol. Es la primera que no sucede.

Tomé entonces el dinero. Desconcertado me di vuelta y jamás volví a saber de ella, pero aún recuerdo la ausencia de sus piernas. Días después compré un par de zapatos con los 400 dólares.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Adelanto dramatúrgico

(Fragmento de la escena V de la inédita "Ridículos y Abstractos" -cuyo título está en duda-).

ANA MARÍA: Lárgate con Aurelio y déjame en paz para que pueda fornicar con Clodomiro.

LUISA: No te saldrás tan fácil con la tuya.

ANA MARÍA: ¿Qué deseas?

LUISA: Dos cosas tendrían que suceder antes.

ANA MARÍA: ¿Cuáles?

LUISA: Primero, debo vestirme como tú.

ANA MARÍA: De acuerdo, no es nada del otro mundo. Sólo quítate la ropa.

LUISA: Segundo, tendría que matarte.

ANA MARÍA: ¡Mamá, no jodas! Cada vez te pareces más a Aurelio.

LUISA: ¿Ves? Estamos hechos el uno para el otro.

ANA MARÍA: Estoy en un dilema.

LUISA: ¿Cuál?

ANA MARÍA: No quiero morir, pero deseo verte feliz.

LUISA: Debes decidir.

ANA MARÍA: Eres injusta, sabes que sacrificaría todo por tu felicidad.

LUISA: Incluso tu vida.

ANA MARÍA: Así es, ¡coño!, así es.

LUISA: De acuerdo, pero no seas grosera. ¿Cómo quieres morir?

ANA MARÍA: ¿Me darás el privilegio de escoger?

LUISA: Si alguien le pide pan a su padre, éste no le dará a cambio una piedra.

ANA MARÍA: Pero tú no eres mi padre, eres mi madre.

LUISA: Idiota, sabes lo que quiero decir.

ANA MARÍA: Quiero morir asfixiada.

LUISA: ¿Por qué?

ANA MARÍA: Es el único modo de morir coherente con mi forma de vestir.

LUISA: De acuerdo. Siéntate. (Ana María se sienta. Luisa alista el abrigo para asfixiarla).

ANA MARÍA: Espera mamá. ¿Me amas?

LUISA: Ana María, siempre fuiste mi hija preferida.

ANA MARÍA: ¿Por qué?

LUISA: Porque no tuve más hijos.

(Luisa coloca el abrigo en el rostro de Ana María quien se va ahogando lentamente. La luz se va desvaneciendo mientras muere Ana María. Fugaz apagón. Al volver la luz, Aurelio y Humberto retoman la conversación. Luisa se ve en problemas para recoger el cuerpo de su hija muerta).

miércoles, 31 de marzo de 2010

LETRA EN LA PIEL




“Si los escritores tienen algo en común, más allá de las evidentes diferencias en forma y contenido, es la soledad que se experimenta en el momento de empezar a escribir. De otro modo, digo, es imposible la labor de la escritura. Sea que una muchedumbre esté alrededor del escritor, éste es el especialista de la introspección, del alejarse de la realidad para supuestamente “encontrarse consigo mismo” y plasmar en palabras aquello que lo aqueja o que le gusta. Puede ser, claro está, que quien se dedica a escribir tome atenta nota de lo que pasa en su entorno para así buscar pistas que le ayuden a descifrar los laberintos de su escrito. Pero una vez que se han tomado los elementos necesarios, el escritor vuelve sobre sí para seguir en su obra aparentemente creadora. Por esa razón, el escritor es el hombre más solitario del mundo. También, por ello mismo, el más egocéntrico. Porque es meritorio del hombre social ser arrogante, pues debe enfrentarse ante los otros para proyectar una imagen que supere la de ellos. Sin embargo, no es digno de aplauso aquel que se llena de orgullo sin proyectarse más que sobre sí mismo, es fácil tener una alta autoestima cuando se es solitario. Del mismo modo, entonces, ya que es digno de aplauso el arrogante hombre social, debería ser digno de aplauso el escritor altruista y preocupado por lo que pasa fuera de su mente. Y esto debido a que, aunque muchos dicen preocuparles la realidad exterior, la crisis social o el medio ambiente, la justificación ulterior de la labor de quien escribe no es más que la satisfacción de lo que por definición es insatisfecho, esto es, uno mismo. Por eso al escritor le gustan los aplausos y alabanzas que posteriormente hacen de sus obras. No porque le importe impactar en la mente de otras personas, sino más bien porque esas alabanzas sólo son el medio para evadir la soledad. El escritor es paradójico: busca la soledad para escribir, pero escribe para posteriormente salir de la soledad. ¿Es esto un círculo vicioso? ¡No! Lo que rompe el círculo es aquello que por definición es insatisfecho: yo. El escritor es, por tanto, un resentido que sale y entra a la soledad en la medida en que su ego lo demanda.”

Una vez Soledad terminó de escribir, se levantó de su escritorio y asomó su rostro por la ventana, para burlar la verdad que hace pocos segundos y sin intención había descubierto. Pero al advertir que el paisaje que contemplaba, lo admiraba sólo como un recurso que posteriormente le serviría para escribir, aceptó, por fin, que era una persona solitaria y que sus padres la habían condenado para siempre incluso con su nombre. No por voluntad, sino por la maldición que había arrojado sobre sí y su descendencia el amante de su abuela, el padre Efrén. Suspiró como queriendo maldecir y sin dejar de mirar el paisaje se dijo a sí misma en voz baja:

-Dejaré ya esta mierda. Renuncio a ser escritora para salir de mi círculo vicioso. Siempre quise ser una puta. Así tendría amor de sobra, aunque fuese fingido y momentáneo.

Luego de unos minutos en los que intentó exitosamente no llorar, Soledad sacó de su mesa de noche el arma de su esposo. La puso lentamente en su boca. Dos segundos después, se oyó en aquel calmado barrio un espantoso grito mezclado con el sonido de la pólvora. Soledad no se había muerto ni había siquiera intentado suicidarse. Se disparó en la mano izquierda destrozándosela a balazos como inspiración para su siguiente novela, cuya escritura había sido pospuesta algunos meses.

martes, 16 de marzo de 2010

PAISA & ANGEL (TERCERA SINFONÍA)



LA HUMEDAD DE LAS MANZANAS O LAS AVENTURAS DE LA-HADILLA Y MARIMONDA

yo: hola mami

Andres: Toes qué papi ¿todo bien?

yo: Todo bien aunque me rasca el pelo de un testículo, ¿no le ha pasado?
Andres: uy nena... eso es una muestra de que estás en tiempo de podar. A mí me molesta cuando empeiza a crecer... el vello.

yo: A mí me parece bello, aunque un poco oloroso, sobretodo en las noches cuando voy a la cama.

Andres: Uy no parce... a mí es porque me molesta... como que está creciendo, y siento como molestia... claro, es oloroso si se pasa la mano y se la GÜELE con mucha pasión.

yo: Por eso es bello recoger manzanas aunque húmedas huelen a pasión.

Andres: Pero depende... creo que las manzanas que deseas deben estar dulcemente recubiertas de vello... y ojalá no tengan gusanito...

yo: ¿Qué tiene el gusanito? Eso le da sabor al buen tequila.

Andres: ¿O a la buena ladilla? que con mucha presencia se rasca una nalguilla.

yo: A ladilla o de frentecilla... o detrasilla... lo importante es meterlo estando húmedo.

Andres: Claro... es necesario hidratar, para evitar la obscenidad y gozar del placer carnal... carnavalesco

yo: Siendo así, ¿vamos a comprar una marimonda?

Andres: ¿Mariana con qué???????????????????????????????????????????? ¿Desde cuándo???????????????????????? Desde que le salió la barba... barbaridad que dijo con eso de la operación... Jesús, María y José.

yo: Y, en efecto, son ellos los amigos de Mariana, la de los testículos con vellos, que a algunos les parecen bellos, pero que son apropiados para recoger manzanas en la humedad.

Andres: Lástima que esto deba ser figurado... ¡¡¡¡¡¡De otra manera ya mi cuerpo estaría desfigurado!!!!!!!!!